Tiempo de Navidad, tiempo de silencio.



En este tiempo en que celebramos el nacimiento del Salvador, es bueno ir descubriendo la importancia del silencio interior.

Sabemos que exteriormente es complicado. Las corridas diarias, los ruidos molestos, el aceleramiento general, no ayudan a vivir en plenitud la vida espiritual; pero precisamente prepararse en lo interior para dar cabida a lo que realmente más interesa.

Con seguridad cuando Dios se nos manifestó por primera vez en nuestra vida, pudo haber utilizado medios humanos, imágenes, sonidos, etc. Con el correr del tiempo, el Señor fue más suave, fue a lo interior, a la profundidad. Esto es el adviento que prepara su venida.

Para que haya silencio, sin dudas hay que eliminar los ruidos. Pero no hablamos tanto de los ruidos externos. Aquí decimos los ruidos del corazón: soberbia, enojos, vanidad, competencia. Es el ruido diario que no nos deja vivir en paz. No es solamente la neurosis de que todos se callen la boca, no griten o baje la música y el sonido de la televisión; es esto, claro. Pero buscamos el silencio más importante.

El silencio es necesario para descubrir a Jesús. No es el callar, no dialogar o no escuchar al otro que necesita de mí. Es lo contrario, ya que en nuestras familias hace falta el diálogo, y en nuestra vida comunitaria, también.

Y para que haya buen diálogo, paradójicamente, es necesario el silencio a los ruidos efervescentes, a los gritos innecesarios, a las quejas continuas. La persona silenciosa en estos aspectos, es la que siempre tiene la palabra justa.

Es una gracia vivir en paz y en silencio. Esto es a lo que nos invita la navidad hoy. Hay que hacer lugar al niño recostado en el pesebre, al Dios Amor que habla por su intermedio, a acompañar a la Madre en este proceso, a san José y los pastorcitos adorando. Lamentablemente somos “sordos” a este misterio en este tiempo. Entendamos que el Reino de Dios no es comida y bebida, sino espíritu, paz y gozo en el Señor.

Vivamos con alegría este momento que Dios nos regala, y que la paz y el silencio interior llenen nuestra misión de dar vida a los afligidos y necesitados.

      P. Dante De Sanzzi

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