6 de enero, Epifanía del Señor.


En este día, siguiendo el tiempo de Navidad, celebramos la Epifanía, que quiere decir la manifestación del Señor, el Mesías que se hace conocer y se muestra a los pueblos como el Salvador, el esperado.

Es la aparición en el mundo de la luz divina con que Dios sale al encuentro del hombre. El hombre que desde su naturaleza es débil, que necesita relacionarse, que tiene que tener el contacto divino para saber cuál es el camino a seguir.

 
La estrella de Belén ilumina a los magos de Oriente, que recurren, luego de un largo andar, a ver y adorar al Señor, llevando regalos y ofrendas. En estas tres figuras está representada toda la sociedad alejada, pobre, extranjera.

Los sabios del pueblo, los poderosos, no recurrieron a Dios; los extranjeros, como los magos, se pusieron en movimiento con dinamismo y decisión.



La Iglesia prolonga en los siglos la misión de Cristo, que es el compromiso de dar a conocer a todos el rostro amoroso del Padre. Para esto vino el Maestro, que luego envió a sus discípulos por todo el mundo y sigue enviando continuamente, para seguir manifestándose.

El mundo tiene necesidad de experimentar la bondad divina. Seamos conscientes de la tarea misionera que compete a todos los cristianos. Vayamos como peregrinos a Belén, unamos nuestras vidas a la de los magos de Oriente y junto a ellos ofrezcamos nuestros dones al Rey recién nacido. Él es para todos la epifanía, la manifestación, la esperanza, la liberación, la salvación. Cristo nació en Belén por nosotros. No dejemos de adorar.

  P. Dante De Sanzzi

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