Convertirse y creer.

Luego de su tiempo en el desierto, Jesús comenzó su vida pública misionera con el mensaje: “Conviértanse y crean en la Buena Noticia”.
Es tiempo de cuaresma, tiempo de convertirse y creer. Algunos no se convierten porque dicen que no creen. En principio hay que creer, principio fundamental, para convertir la vida, dar vuelta algo que no está bien, cambiar.

Sabemos que el ayuno, la limosna, las obras de misericordia son los típicos elementos que pregonó la Iglesia, desde siempre, para vivir este tiempo litúrgico. Pero ese ayuno, esas obras de caridad, el dar cosas, no tienen sentido sin usar la misericordia con el prójimo.



Los enfermos son los que necesitan sanarse, y a eso envió el Padre a su Hijo: que se sanen los angustiados, que crean los incrédulos, que se ablanden los corazones duros; son los “enfermos” de la sociedad, sin dejar de lado una larga lista de necesidades y penas que aflijen al hombre desde la creación hasta nuestros días.
No pensemos solo en que caridad es dar. Más que dar es “darse”. Aquí está la cuestión. Creer en un Dios Amor, que no se deja ganar en generosidad.

Sin criticar, ni entrar en discusiones inútiles, con respeto, pero hay muchos que se “agarran” de Nietzche, el filósofo ateo: “Dios ha muerto”; o de algunos otros: “La religiones no sirven, hacen mal”.
Cada ser es único e irrepetible, y todos amados por el Señor. Subió el Calvario llevando los pecados del mundo. Por eso hay que comenzar a creer. Creer en algo superior, en un Ser que atiende mi vida, y seguir con la conversión, cambiar de vida. Enterrar el hombre viejo, dar lugar a una persona nueva, renovada. La apasionante figura del Señor hará el resto.




P. Dante De Sanzzi

@ompargentina

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