Hay que
fortalecer la oración en este tiempo que nos toca vivir. Si bien como
cristianos reconocemos que es una necesidad, casi como un alimento, en la
actualidad se impone con fuerza esta tarea.
En el
Antiguo Testamento leemos los efectos que producía la oración luego de invocar
a Dios. Llovía alimento del cielo, brotaba agua de las rocas, se conseguía la
aliviadora lluvia en tiempos de sequía, se derrotaba al enemigo en la batalla
contra el mal; y así podemos seguir enumerando una larga lista de pedidos
escuchados y deseos cumplidos.
Con la
venida del Mesías, su misión encomendada por el Padre, su muerte en la cruz y
posterior resurrección, el mundo sigue necesitado de la presencia salvadora de
Jesús; pero hoy debemos darle un impulso nuevo, un “golpe de timón” a la
oración.
Se fueron
perdiendo los valores cristianos, sin afán de generalizar, pero se va viendo un
retroceso en las actitudes y pensamientos acordes a un espíritu evangelizador y
renovado.
La
insensatez, el descontrol, la agresión, el malhumor, son elementos que
conllevan a la aridez espiritual, a esa atrofia del alma de la que hablan los
grandes maestros de la filosofía cristiana.
Es tiempo
de cruz. ¡ Qué razón tenía el apóstol San Pablo cuando en sus viajes misioneros
denunciaba que muchos escapan a Cristo crucificado! escándalo para algunos, una
locura para otros, pero salvación para aquellos que creen y la toman para
asociarse a Aquél que no dudó en tomarla por todos.
“Ora et
Labora”, rezar y trabajar, es la consigna mayor de la regla benedictina que San
Benito enseñó a los monjes. No podemos separar una cosa de la otra.
Que tantas
obligaciones y muchas cosas vanas no nos dispersen del diálogo y el encuentro
amoroso con el Padre. Será un bálsamo para nuestra vida que muchas veces se
revuelca en el dolor y la indignación.
Preparar el
espíritu a las fiestas que se avecinan. Incrementemos el pedido al Padre unidos
a una inmensa acción de gracias por todo lo que recibimos.
P.Dante De Sanzzi
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