La celebración de la Semana Santa hace evidente que
Jesucristo se entrega a todos los pueblos para que tengan Vida, y la tengan en
abundancia. Estos días muestran cómo
hace Dios, en su infinito amor, para acompañar a los hombres de todo el
mundo.
Los
cristianos van a la Iglesia para ser testigos del encuentro de Jesús con las
naciones, para luego anunciar esta Buena Nueva a los hombres que habitan en
todas partes. La acción misionera de los
cristianos es comunicar la acción vivificante de Cristo, invitando a las
naciones a recibir los beneficios del amor misericordioso de Dios.
Tengamos
en cuenta que las fechas de Semana Santa se fijan a partir de la observación
del sol y la luna. La señal de la redención está en la creación, en las
luminarias del Cielo, que instruyen a los creyentes a llevar el Evangelio con
la misma actitud del Padre, que hace salir el sol sobre justos y pecadores.
Domingo de
Ramos
Jesucristo se presenta ante los
pueblos como rey. Por eso, hacemos
memoria cómo la gente lo recibe con ramos de olivo, o palmeras, reconociendo su
dignidad, y aclaman su presencia.
Es
un rey de paz. En la celebración recordamos que entra en Jerusalén como lo hace
alguien que viene a sembrar la concordia, el diálogo y la benevolencia entre
los pueblos. Estas son las verdaderas
herramientas de la paz y de la construcción de las comunidades humanas.
Es
un rey que da la vida por los hombres.
No demanda, no grita, no golpea.
Entrega su vida, y por eso en este Domingo se lee la Pasión, que culmina
en un silencio previo a grandes acontecimientos. Enseña a las naciones que el verdadero poder
está en el amor y no en la fuerza ni en la violencia.
P.Horacio V.Roca
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