La presencia del Resucitado, su
gracia y su amor es para siempre y abarca a todos los hombres y toda la
creación. En la celebración de la noche
se proclama que en los astros está la señal, pues es el lucero de alba, luz
primera que indica que Dios tiene un único e invencible plan: llevar la
creación a su plenitud. Como símbolo,
queda el Cirio Pascual.
En
esta noche se habla de la “feliz culpa” de Adán, el antepasado de todos los
hombres, porque la Redención de Cristo nos lleva a algo inimaginable para los
pueblos: la unidad en un solo Cuerpo Místico de Cristo.
Es
la fiesta de la Resurrección de Jesucristo, que ha transformado, con entrega
total y para siempre, el sentido de la
vida de los pueblos. A Dios se lo
llamará con distintos nombres y se manifestará de distintas maneras, pero
seguirá mostrando, entre las naciones, su amorosa potencia creadora y
salvadora.
La
Misa de Gloria es la entrega del Bautismo.
Jesús les dijo: «Yo he recibido
todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, entonces, y hagan que todos los
pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y
yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo» (Mateo 28,18-20).
Con
el ejemplo de Jesús, servidor de Dios y de los hombres, el pueblo cristiano
realiza la misión. Con la alegría de
saberse acompañado por el Señor, ese pueblo realiza su paso por este mundo
hasta el fin, dando testimonio a todos los pueblos y en todos los pueblos de la
alianza eterna entre Dios y los hombres.
@ompargentina
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