“Déjense reconciliar con Dios” (2Cor.5,20).

Reflexionamos el pedido del apóstol Pablo a la comunidad de Corinto y nos vamos percatando que el mayor problema de la humanidad es estar alejada de Dios.
El mismo Señor nos pide “retirarnos a la habitación, cerrar la puerta y orar en secreto”, para luego recibir la recompensa (Cfr. Mt 6,6).
En algunas ocasiones creemos que el Señor, “ocupado en tantas cosas” no nos escucha. Y allí comienza el drama del hombre: pensar que Dios no se ocupa.

Dejar actuar la gracia del Señor en nuestro corazón, no enojarnos tanto, no confrontar, esperar. Algunas veces la presencia de Jesús en nuestra vida exige compromiso y esto no lo puedo sacar de mi vida. Queremos vivir como si no existiera o lo acomodamos a nuestra manera.
De una vez por todas, debemos amigarnos con el Padre. Es la filiación divina. Nos pide estar con Él, fijar la mirada en Él, repasar sus enseñanzas, seguir sus ejemplos, examinar nuestra conciencia.

Permaneciendo con Él daremos mucho fruto. Hay que entrar a su corazón y no tener miedo. Dejarse amar para poder amar.

No “usar” a Dios sino utilizar sus enseñanzas para nuestro bien, nuestra edificación. No abusarse de su bondad: “el que no quiere trabajar, que tampoco coma” dice el mismo apóstol, ya que hay muchos que viven desordenadamente metiéndose en todo y no haciendo nada.


Que todo esto nos lleve a meditar que sin el Padre del cielo es imposible una vida acorde a los tiempos que vivimos. Es la hora, el momento preciso para volver a la amistad con Dios y que sea perdurable. Dejémonos reconciliar con Él.

@ompargentina
Pbro. Dante De Sanzzi

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