“Al ver a la muchedumbre sintió compasión”

Un día Jesús decidió recibir el bautismo de Juan, ir al desierto, dejar el oficio, su pueblo y su familia, y salir a la misión.
Este cambio tuvo varias motivaciones. Una de ellas es el contacto con la gente. Jesús percibe la situación que viven. Viven una situación de abatimiento y despojo. Están como ovejas sin pastor y esto conmueve al Maestro (Mt 9,36).

Marcos afirma que esa conmoción de Jesús, le reafirma que debe poner más empeño en predicar la Buena Noticia.
Pareciera que todo lo que hace el Señor está pautado de antemano, como que está preparado por el Padre y se debe seguir un protocolo. Pero los evangelios borran esta visión. Jesús empieza a preguntar sobre que dice la gente de él; y a los mismos discípulos les pregunta: “¿Qué dicen ustedes quien soy?”


Jesús es sensible a la reacción de la gente, elemento fundamental para la misión. Elige colaboradores y los forma. Pero la gente, el pueblo, son los que ratifican su vocación evangelizadora: el otro es el que necesita, el que busca. Los contempla como desorientados y perdidos, y eso inspira y reafirma su misión.


La necesidad de los demás le saca la gran energía evangelizadora. Jesús vive la misión de manera apasionada. Llega el Reino y lo presenta con fuerza. Imprime un gran ritmo a la jornada misionera. Urge la buena nueva, se va renovando el mundo; actúa la levadura que transformará la masa, la sal que da sabor a la vida, la luz que ilumina la oscuridad. Se dan signos de salud y purificación. Comienzan a sentirse felices muchas personas, gracias a la presencia de Jesús que muestra la felicidad de Dios. Y la irradia compartiendo la condición humana como nosotros, pasando como un hombre cualquiera.

P. Dante De Sanzzi
@ompargentina

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