Es
imposible, en este tiempo que vivimos, organizar una pastoral diocesana sin
animación misionera, sin un espíritu misionero.
Lo mejor
que nos pasó fue haber conocido a Jesús, y esto es clave para nuestra vida de
fe, para la misión cotidiana.
Parece que
más de una vez, sentimos que la noche triunfa sobre el día. Hay en ciertos
ambientes, esa sensación. Pero sabemos que no es así: Jesús venció a la muerte
y de ahí surge la alegría de evangelizar.
Hay una
tentación que se torna difícil de superar en el pueblo de Dios: regar nuestra
“plantita”, cuidar nuestra “quintita”. Debemos entender que somos parte de un
pueblo, que somos un cuerpo. Y cuando alguna parte del cuerpo sufre, le
buscamos alivio. Por eso, necesitamos aliviar a los que sufren vivendo una auténtica
espiritualidad misionera.
¿De qué
forma coseguimos vivir esta espiritualidad? Hay estructuras que no favorecen
para la edificación de la fe. De ahí deriva esto de eliminar “estructuras
caducas”. Una de ellas, es no dejar que entren otros, armar grupos de amigos
para “divertirnos”, para “pasarla bien”, olvidándonos de la pastoral en
conjunto, de practicar la misericordia, de tener una mirada amplia; estas
estructuras que aburren y no edifican, hay que hacerlas “entrar en crisis”,
simplemente, porque no van más.
Es la época
que se ve la falta de escucha y cooperación. Demasiado individualismo para
hacer “lo que quiero” y como “lo veo yo”. Así, será imposible edificar una
comunidad, una diócesis mejor. Tenemos que empezar los pastores del pueblo de
Dios a dar estos pasos y ejemplificar con la vida. Y que los hermanos que
colaboran en la pastoral, un poco más de espíritu de apertura y de escucha.
Solo así podrá actuar el Señor con su Espíritu.
P.Dante De Sanzzi
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