Domingo XXXIV del año. Solemnidad de Cristo Rey.


Con esta fiesta litúrgica, comenzamos a transitar la última semana de tiempo común y nos vamos preparando para el Adviento, la venida del Señor.
Es llamativo el encuentro que nos relata el apóstol Juan en el Evangelio de este día. Es el encuentro de Pilato y Jesús, el de la muerte y la vida, el del reino de autoridad política y militar, absorbente del hombre y el reino de amor y comprensión hacia el que sufre y se siente oprimido.
Cristo al ser interrogado afirma: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado por mí”.

Pero Jesús no actúa según el criterio que presenta el mundo terrenal: violencia, fuerza, sembrando terror, viviendo en pecado. Él no viene a dominar, sino a servir y a practicar la justicia. Jesús se empeña en cambiar el destino del mundo.
Justicia y misericordia es lo que encontramos en los textos de este fin de semana. La justicia es luchar por una existencia más digna y la misericordia es sentir de parte de Dios el perdón de los pecados. Este es el reinado de Jesús, esta es su vocación: cumplir la voluntad del Padre.

Hoy encontramos gente con poder que perdió precisamente autoridad porque perdieron el sentido de lo que es vivir realmente con autoridad. Encontramos estas actitudes en los gobernantes en general, que hacen temblar a ciertos pueblos y amenazan con derrumbar una vida digna que Dios nos concedió. ¿No convendría mirar un poco más a Jesús? El Señor sufre por los hambrientos y perseguidos, por la injusticia social, por las distintas formas de violencia y opresión. Sin dudas, su Reino no es de este mundo, no es el reino de Pilato ni de cualquier humano.

El medio ambiente destruido, el hambre, las guerras, las miserias de los migrantes, un patético sistema de salud, un pobre sistema educativo, hace ver para que están estos “reinos”, sirviendo a quien o a quienes.

Ayudemos al Señor a construir un reino mejor. La oración, la mirada atenta al necesitado, la paciencia y benignidad, la fraternidad, serán las señales de un buen discípulo de este Rey del Universo. ¿Qué estamos haciendo? ¿Cómo nos comprometemos? ¿Cómo seguimos a Cristo Rey? No solo el que lo llama “Señor” o grita vociferando “viva Cristo Rey” heredará el Reino de los Cielos, sino cumpliendo su palabra y su voluntad.

Pbro. Dante De Sanzzi

@ompargentina

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