El deber misionero del bautizado.



El capítulo VI del Decreto Ad-Gentes del Concilio Vaticano II, culminado en diciembre del año 1965, declara que todo el Pueblo de Dios tiene una obligación con la misión. Es el deber misionero de cada uno, como miembros de la Iglesia bautizados y confirmados en la fe.
Con conciencia y responsabilidad poner lo mejor de sí con espíritu generoso, para llevar adelante con fuerza la evangelización.
El Concilio nos pide más generosidad en la plegaria, elevando oraciones y súplicas a Dios para generar más vocaciones a la misión y sostener a los misioneros que ya están en tierras lejanas. Tarea de todos los que edificamos el Cuerpo de Cristo día a día, esperando que lleguemos a la plenitud de la fe, como decía San Pablo ( Ef 4,13).

Promover la misión y la ayuda a las Obras Misionales Pontificias. Este es el tiempo que urge, este el momento. Ante tanto desinterés por los valores religiosos, no podemos dar la espalda a la necesidad de predicar, con nuestra vida, el Evangelio de Jesús. Y sostener a los que ya están en este arduo camino de convertir las almas a Dios.




Ante esta necesidad, realizamos un nuevo llamado a los sacerdotes diocesanos, al incentivo en los obispos, a una visión más amplia en la vida religiosa, así se comprometerá mejor a los fieles a vivir el espíritu misionero del Hijo, que enviado por el Padre, nos trae la salud. Así se acercarán los pueblos más alejados. Y oirán el Evangelio de vida que aún no fue predicado. Depende de nosotros dar a conocer la verdadera imagen de Cristo. No podemos estar ajenos a esta necesidad. Ciertamente que esperando resultados positivos a la brevedad nos llevará a sentir cierta desazón. El Señor tiene sus tiempos en los corazones de la gente, solo que nosotros tenemos que ponernos en marcha. Utilicemos los medios a nuestro alcance para mostrar las inmensas bondades de Dios.

@ompargentina






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