Ayer
se desarrollaba en Roma la primera jornada del seminario “Laicado y Misión”,
organizado por las Obras Misionales Pontificias y que se prolongará hasta el
próximo sábado.
Fue el
Secretario Internacional de la Pontificia Unión Misional, una de las cuatro
Obras Misionales Pontificias, el encargado de abrir esta semana dedicada a la
reflexión sobre los laicos y la misión. Al presentar el seminario, recordó que
las OMP nacieron por iniciativa de laicos, que ya con su visión, al
incorporarse a la actividad misionera, mostraban la universalidad de su fe y la
madurez de la Iglesia.
Tras esta introducción, el Dr. Guzmán Carriquiry, Vicepresidente del
Pontificio Consejo para América Latina (CAL), laico, desarrolló la visión del
Papa Francisco sobre la realidad de la misión y los laicos. La carta que el
Papa Francisco envió al cardenal Ouellet sobre el laicado le sirvió de hilo
conductor. Una carta en la que el Papa recuerda que todos entramos en la
Iglesia como laicos y que nuestra primera y fundamental consagración es el
bautismo. Por eso, el Papa Francisco plantea la necesidad de enfrentarse al
clericalismo, que anula la personalidad del cristiano y que lleva a la
funcionalización del laicado.
Tras un diálogo sobre la exposición del doctor Carraquiri, se pasó, ya
por la tarde, a abordar el “Marco teológico-eclesial” del laicado y la misión,
a cargo del profesor Eloy Bueno. Explicó cómo la Misionología, como
especialidad teológica, se consolidó a principios del siglo XX para estudiar la
realidad de las misiones, que tanta pujanza había adquirido a lo largo de la
época moderna. Así con el término “Misiones” se designaba una serie de
actividades de la Iglesia realizadas en territorios lejanos (criterio
geográfico), protagonizadas por los misioneros (fundamentalmente religiosos y
en menor medida presbíteros), con los cuales el pueblo cristiano cooperaba (con
su oración y su aportación económica). Se trataba de una perspectiva unidireccional,
acorde con el contexto histórico euro-céntrico y colonial de la modernidad
europea. La Iglesia era vista como realidad o institución “previa” a la misión.
Eloy Bueno
señalaba el cambio operado desde entonces. La misión antecede a la Iglesia. El
origen de la misión se encuentra en Dios (missio Dei), por lo que la misión se
coloca en el punto de partida y en el centro, y la Iglesia se encuentra a su
servicio. El Vaticano II selló este descentramiento de la Iglesia.
Por otro
lado, explicaba el profesor, la descristianización y secularización del mundo
occidental, la constitución de sociedades multi-religiosas y multi-culturales,
además del crecimiento de la Iglesia, en la que las nuevas iglesias reclaman su
protagonismo, crean un nuevo escenario.
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