Jesús Buen Pastor


Uno de los aspectos fundamentales del proceso formativo es el constante discernimiento vocacional, que no es otra cosa que el descubrimiento de la voluntad de Dios con respecto a la vocación del candidato. “Vivir vocacionalmente” es orientar toda la vida como respuesta a la voluntad de Dios, buscada y hallada en la meditación de la Palabra, y cumplida en el servicio desinteresado de los hermanos. Es por eso que vivir de manera constante vocacionalmente se discierne y se encuentra la respuesta en el ambiente propio.

En concreto y con diligente cuidado, hay que procurar saber, según la edad y capacidad de cada uno, la recta intención y la libre voluntad, la idoneidad espiritual, moral, intelectual y psico-física de los candidatos.

Que se examine también su capacidad para cumplir con sus obligaciones sacerdotales y el celibato, entre otras cuestiones ( Optatam Totius 6).



El Seminario tiene como finalidad primaria y específica la formación de pastores de las comunidades cristianas. La solicitud pastoral tiene que abarcar la formación de los alumnos (OT 19). Toda la formación del candidato en el seminario tiene un fin pastoral; y por eso, todos los aspectos de la educación espiritual, intelectual, disciplinar, sean ordenados de forma armoniosa para este fin pastoral (OT 4).

Ciertamente el futuro sacerdote debe crecer en la conciencia de que el protagonista de su formación es el Espíritu Santo, que forma un corazón nuevo, y que lo configura y asimila a Jesucristo, Buen Pastor. En este sentido, el candidato afirmará su libertad de manera más radical a recibir la acción formadora del Espíritu (PDV 69).



La importancia de los agentes formadores:

Sin dudas que una parte importante de la formación a los candidatos del sacerdocio le pertenece a la pastoral vocacional de la Iglesia. En cuanto tal, esta Pastoral es el sujeto comunitario que tiene la gracia y la responsabilidad de acompañar a aquellos que el Señor llama a ser sus ministros.



La tarea de formación a los candidatos al sacerdocio ciertamente exige no solo la preparación de los formadores sino también que a esa formación se le sume la capacidad técnica, pedagógica, espiritual, humana y teológica, sin dejar de lado el espíritu de comunión y colaboración, unidad y programación de actividades. El formador debe saber sostener el espíritu de unidad. El equipo de formadores debe dar testimonio de una vida evangélica y entrega total a Dios.

Pbro. Dante De Sanzzi

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